EL FIN DE LA COMPLACENCIA – BE WOMAN
BE WOMAN – Ni Diosas, Ni Sagradas. Ser Mujer naturalmente humana.
Así he nombrado a mi nuevo trabajo, en el que se propone explorar la sexualidad y la somática es espacios guiados para mujeres CIS.
Aunque me gusta trabajar con grupos y personas de todos los géneros y con diferentes orientaciones sexuales, soy consciente de la necesidad que todavía existe de trabajar específicamente con ciertos colectivos y uno de ellos somos las mujeres cis. Empezando conmigo misma.
Sólo para aclarar, si eres nueva por aquí y en este mundillo a favor de la integración y diversidad sexual, te cuento que el término CIS hace referencia a aquellas mujeres que han nacido con el cuerpo y el género con el que se identifican. Es decir una mujer que se siente mujer y que nace con lo que se llama un cuerpo normativo de mujer. Aclarado esto, podemos seguir.
BE WOMAN, pretende ser un trabajo explorativo y de grupo en el que las mujeres podamos tener un espacio educativo y vivencial para descubrir quienes somos y cómo funcionan nuestros cuerpos de una forma libre, auténtica y soberana.
Un lugar de aprendizaje corporal para aprender a iniciarnos de forma orgánica y natural al ser mujer, las artes de la sexualidad humana y poder integrar, desde la experiencia, los pasos que se requieren para vivir habitadas y en conexión con nuestro placer, erotismo y poder personal. Algo que nadie nos ha enseñado y resulta básico para el desarrollo humano y aprender a víncularnos de forma responsable y adulta.
Ya se que la mayoría sabemos mucho y estamos cansadas de escuchar siempre las mismas cosas, pero es necesario que repitamos las veces que haga falta que, en términos corporales, es un engaño pensar que sabemos algo sino lo llevamos a la práctica y nos encontramos de cara con los retos que conlleva a cada una sostener nuestras verdades en el cuerpo.
Cuando hablamos de cuerpo o de habitar una experiencia, en este caso la experiencia de ser mujer en un cuerpo de mujer, no sólo depende de quienes somos, si no de todo aquello que nos rodea; lo que incluye al clan, el contexto en el que vivimos, la estructura social, la cultura y todo aquello que nos haya podido condicionar en nuestro desarrollo.
Me he dado cuenta que en este camino de volver al cuerpo, el trabajo con la sexualidad, el placer y las zonas “escondidas” que todavía representan un tabú para la mayoría de las personas, son las que merecen de un lugar más especial para ser exploradas con calidad.
Eso nos devuelve la oporutnidad de hacernos más conscientes de quienes somos y de cuáles son nuestros impulsos “menos racionales” para comprender como funcionan, darles luz y como os comenté en el artículo pasado, aprender a naturalizarlos para vivir cada vez más en un cuerpo más presente, relajado y encarnado.
Es tanto el rechazo que sentimos frente a lo “agresivo”, lo “violento”, lo “oscuro”, lo “potente”, lo “rabioso”, lo “masuclino” y lo “confrontativo” que hemos reprimido muchos de nuestros impulsos viscerales y que sanamente nos vínculan con estas energías tan necesarias para la vida, en nombre de lo que es “luminoso”, lo “bondadoso”, lo “bien visto”, lo “correcto”, lo “limpio”, lo “suave” y lo “amable”…
Es comprensible si observamos de dónde venimos y como hoy en día, nos siguen manipulando con el miedo a través de los medios de comunicación.
El ser humano es un animal y como cualquier otro, busca, lucha y/o huye para garantizar su supervivencia. Si nos hacen creer que la agresividad es “incorrecta”, nos alejaremos de ella y la rechazaremos. Si no hacen creer que la sexualidad es peligrosa, nuestro cuerpo nunca se abrirá para disfrutarla, si nuestro cuerpo de mujer siente peligro al mostrarse fuerte, inteligente o tener voz propia, nos aislaremos del mundo o nos adaptaremos de forma sumisa para no evitar la sensación de abandono y soledad interna.
Si para que me quieran tengo que verme bonita, ser correcta, hacerlo todo y estar siempre abierta y disponible (sí amiguis, esto es con lo que nos bomberdean todo el tiempo), pues mi cuerpo y mi personalidad van a hacer de todo para adaptarse a ello, a cualquier precio o voy a vivir con mucho rencor y enfado hacia cualquiera que me quiera imponer una verdad con la que no me identifico.
El cuerpo sabe, y te está contando todo el tiempo donde estás y lo que necesitas reforzar o soltar para poder ser más tu misma desde un estado habitado, natural, de presencia y bienestar. Sólo necesitas aprender a escucharlo y para eso hace falta el espacio adecuado en el que haya recíprocidad y espejos positivos que te ayuden a reforzar aquello tan poderoso que habita en ti pero que no eres capaz de mostrar por miedo a lo que pueda suceder.
La complacencia es una compensación que muy adecuadamente hemos aprendido para lidiar con un estado de inseguridad interna al que reacciona nuestro sistema nervioso. Hay personas que cuando se sienten inseguras se defienden y sienten un enfado o energía potente que les llevaría a atacar si fueran un animal, otras quieren salir corriendo lo antes posible para no lidiar con el conflicto o la situación, muchas se quedan totalmente paralizadas y no saben que hacer, y las más sociales o con otras estrategias se vuelven extremadamente complacientes, disponibles, bondadosas, adecuadas, comprensivas y salvadoras.
¿Puedes identificarte con alguna de estas?
La verdad es que todas las personas fluctuamos entre todos estos espacios todos los días y todo el tiempo. Es de lo más natural. De hecho cada respuesta que nuestro cuerpo genera frente a una situación externa o interna es digno de honrar y puede ayudarnos mucho si aprendemos observamos con curiosidad en lugar que juzgarlo como si fuera algo que tenemos que cambiar.
Las verdad es que darnos cuenta que nos pasan cosas nos ayuda mucho a reconocer que estamos vivas y que hay cosas que, aunque no tengan aparente sentido, nos asustan y nuestro cuerpo reacciona para protegernos y seguir con la vida.
Me doy cuenta que las respuestas de lucha, huida y congelación son cada vez más conocidas y ya somos muchas las que estamos empezando a entender que le pasa a nuestro cuerpo cuando siento el deseo de abrirme a otra persona o de disfrutar de mí sexualidad y no puedo tiene mucho que ver con este tema. Pero, ¿cuantas nos cuestionamos si el síndrome de la complacencia, tan bien visto para encajar en la sociedad del abuso en el que estamos metidas y en el mundo espirtual, pueda estar saboteando nuestro fuego interno, la capacidad de discernir y de separarnos de lo que nos daña y apagando la fuerza de nuestra pasión?
BE WOMAN es una propuesta abierta y un concepto para que todas podamos explorar. Para que en grupo nos sentemos y generemos un CÍRCULO DE LA VERDAD, podamos darle luz a la sombra; ¿que es lo que me asusta, que es lo que me reprime o que es lo que este cuerpo de mujer desea mostrar de una vez sin importar si gusta o no a lo demás?
En el cuerpo habitan huellas, que tienen que ver con el trauma al que estamos sometidas. Y cuando hablo de trauma no me refiero a GRANDES TRAUMAS, sino a cada impulso que mi cuerpo a tenido que reprimir frente a una necesidad de movimiento, ya no solo para defenderse, si no para coger su espacio y dejarse ver. Porque para sentirnos seguras no tenemos que siempre luchar o aprender a salir corriendo, que pasa con levantarse y atreverrse a HABITAR el propio espacio vital de una vez, que obviamente no se limita a un simple cuerpo físico, sino a HABITAR tu energía y a permitir que se mueva en ti y alrededor de ti, que se expanda y que encuentre sus propios límites por ella misma, arriesgando y generando fronteras amistosas con aquellas personas que también se expanden y abren sus alas alrededor de ti.
El fin de la complacencia es dejar de enfocarte en el otro y en sus necesidades para conseguir que te quieran o sentirte vista. Se basa en aprender a despertar tu energía y con curiosidad acompañarla desde la base de tu columna hacia toda la inmensidad, aprendiendo a trabajar con ella. No hacia el cosmos directamente, que eso es lo fácil ya que allí nadie te juzga, sino primero hacia tu alrededor para ver que pasa cuando te permites ser tu y verte a ti misma ante reflejo de toda la humanidad.
La energía que nace de la base de tu columna es la energía sexual que tanto buscas y que te pertenece.
Es la energía creativa que es lo mismo que la energía de vida. Bajar al cuerpo, ser mujer desde lo auténtico, puede ser algo tan real en ti que si recuperas la conexión con esa energía interna y dejas que te penetre con confianza te daras cuenta que poco importa si eres bonita, amable y socialmente correcta. Y que te vuelves extremadamente poderosa cuando empiezas a hacer tuya esta energía en lugar de simplemente usarla para el sexo y para satisfacer a un otro. Sino que te das cuenta que tu cuerpo empieza a despertar y se va a empezar a abrir desde un espacio interno que tu vas a aprender a defender como la guerrera eterna que eres.
Porque sí, para ser HUMANA en estos días, hace falta que despiertes a la guerrera interna y que le permitas que se exprese, en tu día a día y entre las sábanas. Una guerrera que es tan poderosa, amorosa y sagrada como la diosa que pretendemos alcanzar cuando empezamos a trabajar con la sexualidad. Pero que no necesita complacer ni convencer a nadie para encajar con su deseo, su calor y su verdad.
Una mujer naturalmente humana que conoce bien cuáles son sus armas, de donde viene su fuerza que tienen mucho que ver con la resiliencia. No duda en disparar las las flechas de su corazón, para defender lo que es suyo, aprendiendo a dominar a las fieras que la rodean con la fuerza del amor y el orgullo. Porqué honra su naturaleza. Que nace y se genera en lo profundo de cada vientre en esta tierra.
Se tú, se Mujer. Ni diosa ni Sagrada. Sé una mujer maturalmente humana.