Sanamos desde lo colectivo

La salud no depende de lo externo ni de lo que hacemos, sino más bien de aprender a escuchar y responder el impulso que viene de adentro y de cómo eso se integra en todo lo colectivo que nos rodea. 

“En realidad una persona sola no se sana.

 Lo que te sana es rodearte de personas sanas.” 

La mala noticia es que disponemos de una idea de salud bastante distorsionada y eso provoca confusión y que todavía nos encontremos alejadas de nuestra capacidad natural de sanar. Todavía no hemos comprendido que el potencial de la salud habita en la consciencia y la conexión con lo  colectivo, que es lo que nos aporta comprensión sobre cómo funciona nuestro organismo. 

Una célula aislada y que trabaja por su cuenta sin considerar el tejido que la rodea es muy parecida al proceso de un cáncer. En cambio ¿te has fijado en qué sucede cuando las células saben hacia dónde van y cómo tienen que actuar? 

Si no lo sabes te invito a que lo investigues por ti misma y que después te hagas el regalo de imaginarte que de alguna manera, tú también eres una célula en un organismo, ligeramente más grande, y que posiblemente no tengas ni la más remota idea hacia dónde se dirige este organismo tan grande en el que habitas. Así que si me aceptas un consejo; mejor actuar siempre con humildad. Por si acaso. 

Una persona sana no es sólo aquella que se alimenta bien, duerme bien y hace ejercicio. Más que esas puedan ser las causas de una salud adecuada, es muy probable que el poder estar alimentándose bien y cuidando del cuerpo y del descanso adecuadamente sean ya un reflejo de una persona saludable.

Estar y sentirte sana es lo que te lleva a vivir de una manera más conectada al bienestar y no al revés, como creemos y lo que tanto seguimos exigiéndonos hacer a la vez que nos humillamos por no poder llegar a las expectativas que nos venden y nos imponen para supuestamente “estar bien”.  Es muy fácil sentirse bien con una misma y sostener hábitos saludables cuando estás bien, pero ¿a quien no le ha pasado de sentirse “de bajón” y en ese momento darse cuenta que todo lo que se creía que una misma era capaz de hacer no se aguanta ni con un bastón? 

Una persona sana es aquella que ha aprendido a mirarse y a tratarse con amor. 

Sin importar cómo se vea su cuerpo y cuáles sean sus hábitos en un primer momento. Es una persona que intenta respetar cada instante de su vida con escucha y paciencia, entendiendo que formamos parte de la naturaleza y que ésta es cíclica y se habita a sí misma en constante cambio y movimiento. Es una persona que sabe que los frutos de algunas flores llegan en cada primavera y en cambio, el de tantas otras tan sólo florecerán una sola vez en toda su existencia.  Es una persona que acepta, aunque duela, que cada cuál tiene su belleza, su naturaleza y su propia sabiduría interna. 

Una persona sana puede estar presente, y la presencia es precisamente lo único que nos sana. 

Por qué es una persona que ha aprendido a quedarse con ella sin querer cambiar nada. Se mueve a un ritmo lento cuando no hay motivo por el que correr y acelera si tiene que hacerlo porque en su cuerpo  no hay suficiente miedo, ni tensión ni vergüenza que la frene. Y si la hay, todo su sistema ha aprendido a regularse para adaptarse al momento; disolviendo las defensas que la desconectan, y todo esto,  mayoritariamente sin pensar. 

La verdad es que tú también sabes hacerlo, tu cuerpo es el que sabe, lo que pasa que sigues conectada a una percepción de la salud y del mundo que está distorsionada y eso te está confundiendo. 

Te entrenaron para creer que necesitas vivir condicionada por las normas y estructuras de cierta burbuja de cristal de la cuál sigues dependiendo porque todavía no te has atrevido a  cortar “el cordón umbilical”.  

Todas tenemos una “burbuja de cristal” que nos alimentó y nos protegió en su momento, pero que ya no necesitamos más. Por un momento date el permiso para conectar con tu propia burbuja de cristal e imagina  dónde te llevaría la inercia si pudieras flotar, como una célula conectada al servicio de un sistema colectivo con total confianza y libertad. 

Nuestros instintos de supervivencia, que son lo que nos mantuvieron con vida y también nos llenan de energía cada día, se han quedado dormidos.

Pero no pasa nada. Por qué una persona sana no se asustará de tu oscuridad ya que se reconoce en su propia ceguera cuando se pierde en sus penumbras más profundas. Una persona sana, podrá ofrecerte la chispa que necesitas para reavivar el fuego de tu corazón con el amor de la presencia que con el tiempo se ha currado y ha aprendido a sostener y encarnar.  

Una persona sana te dará la mano sin pensárselo porque sabe cómo se siente una entre sus propias aguas cuando no sabe a dónde ir.

Las personas nos necesitamos las unas a las otras. Y permíteme que diga, que no te creas a nadie que te diga lo contrario. Para crecer, sanar; para curar antiguas “sarnas”, y poder evolucionar sin excluir. Porque todo lo que se excluye, ataca. 

Nuestros sistemas todavía pertenecen a lo animal y el tiempo está cambiando tan deprisa que todavía no sabemos cómo nos tenemos que adaptar. El tiempo y sobre todo, el cuerpo, nos dirá.  El calor humano, una mirada amiga, un contacto sin intención o un abrazo reparador… NOS SANA. 

Las personas no sanamos solas, porqué cuando estamos solas nos asustamos. La creencia humana que se piensa intocable y vive anclada a la idea de que nada podrá nunca hacerle daño, es una creencia infantilizada en la que una sigue creyendo que papá, mamá o el departamento de la “seguridad social”  están al otro lado del cordón umbilical. 

Por supuesto, si con todo el dinero que has ganado puedes permitirte vivir en un bunker climatizado o en un ático insonorizado quizás hayas conseguido crear tu propia burbuja de cristal, con un nuevo y personalizado “cordón umbilical”. ¡¿Qué ideal verdad?! 

Si me garantizas que eso es sano, déjame que me siente a escuchar y contéstame a esta pregunta, ¿de qué te estás escapando? 

Las personas sanamos con otras personas, porqué nos reflejamos y nos damos cuenta de quienes somos a través de lo que sucede cuando interactuamos con el otro. Por qué si no has tenido un papá y todavía no te has dado cuenta,  lo vas a buscar.  Y si nadie te ha enseñado a cómo se sobrevive en un cuerpo humano en estos tiempos, es mejor que busques a un maestro del que te puedas inspirar. 

Lo que sucede es que si la mayoría de personas seguimos perturbadas, cada vez resultará más complicado discernir correctamente para reconocer cuáles son las que están al servicio. Dispuestas a inspirarnos sin manipular. Desde lo humano, lo sencillo y lo amoroso, compartiendo y creciendo en contacto con la valiosa verdad. 

Es algo que más que comprenderse, tienes que sentirlo en el cuerpo y no desde lo mental.  

Observa lo que le está pasando a tu cuerpo en este momento mientras escuchas esto y te darás cuenta si lo que yo estoy tratando de comprender es algo que tiene que ver con lo que tú también estás. 

Necesitamos nuevos referentes y es urgente. 

Personas que asuman su poder, que no tiene nada que ver con lo que creemos, tenemos o hacemos. Personas con un corazón abierto y llenas de valor y fortaleza para poder sentarse a escuchar la necesidad de lo que hace falta. 

Simplemente sentarse a escuchar la necesidad de lo que hace falta. Un gran ejercicio de entrega y humildad. 

Dejar de ser una célula aislada y rebelde que va por libre cogiendo cada vez más espacio en lo conjunto y sin dejar respirar a las demás. 

Como afuera es adentro, dicen.  Y si lo que quieres es transformar al mundo, lo primero, es encontrar el valor para  bajar al cuerpo.

Con devoción, humildad y profundo respeto. 

EL FIN DE LA COMPLACENCIA – BE WOMAN

BE WOMAN Ni Diosas, Ni Sagradas. Ser Mujer naturalmente humana.

Así he nombrado a mi nuevo trabajo, en el que se propone explorar la sexualidad y la somática es espacios guiados para mujeres CIS.

Aunque me gusta trabajar con grupos y personas de todos los géneros y con diferentes orientaciones sexuales, soy consciente de la necesidad que todavía existe de trabajar específicamente con ciertos colectivos y uno de ellos somos las mujeres cis. Empezando conmigo misma.

Sólo para aclarar, si eres nueva por aquí y en este mundillo a favor de la integración y diversidad sexual, te cuento que el término CIS hace referencia a aquellas mujeres que han nacido con el cuerpo y el género con el que se identifican. Es decir una mujer que se siente mujer y que nace con lo que se llama un cuerpo normativo de mujer. Aclarado esto, podemos seguir.

BE WOMAN, pretende ser un trabajo explorativo y de grupo en el que las mujeres podamos tener un espacio educativo y vivencial para descubrir quienes somos y cómo funcionan nuestros cuerpos de una forma libre, auténtica y soberana.

Un lugar de aprendizaje corporal para aprender a iniciarnos de forma orgánica y natural al ser mujer, las artes de la sexualidad humana y poder integrar, desde la experiencia, los pasos que se requieren para vivir habitadas y en conexión con nuestro placer, erotismo y poder personal. Algo que nadie nos ha enseñado y resulta básico para el desarrollo humano y aprender a víncularnos de forma responsable y adulta.

Ya se que la mayoría sabemos mucho y estamos cansadas de escuchar siempre las mismas cosas, pero es necesario que repitamos las veces que haga falta que, en términos corporales, es un engaño pensar que sabemos algo sino lo llevamos a la práctica y nos encontramos de cara con los retos que conlleva a cada una sostener nuestras verdades en el cuerpo.

Cuando hablamos de cuerpo o de habitar una experiencia, en este caso la experiencia de ser mujer en un cuerpo de mujer, no sólo depende de quienes somos, si no de todo aquello que nos rodea; lo que incluye al clan, el contexto en el que vivimos, la estructura social, la cultura y todo aquello que nos haya podido condicionar en nuestro desarrollo.

Me he dado cuenta que en este camino de volver al cuerpo, el trabajo con la sexualidad, el placer y las zonas “escondidas” que todavía representan un tabú para la mayoría de las personas, son las que merecen de un lugar más especial para ser exploradas con calidad.

Eso nos devuelve la oporutnidad de hacernos más conscientes de quienes somos y de cuáles son nuestros impulsos “menos racionales” para comprender como funcionan, darles luz y como os comenté en el artículo pasado, aprender a naturalizarlos para vivir cada vez más en un cuerpo más presente, relajado y encarnado.

Es tanto el rechazo que sentimos frente a lo “agresivo”, lo “violento”, lo “oscuro”, lo “potente”, lo “rabioso”, lo “masuclino” y lo “confrontativo” que hemos reprimido muchos de nuestros impulsos viscerales y que sanamente nos vínculan con estas energías tan necesarias para la vida, en nombre de lo que es “luminoso”, lo “bondadoso”, lo “bien visto”, lo “correcto”, lo “limpio”, lo “suave” y lo “amable”

Es comprensible si observamos de dónde venimos y como hoy en día, nos siguen manipulando con el miedo a través de los medios de comunicación.

El ser humano es un animal y como cualquier otro, busca, lucha y/o huye para garantizar su supervivencia. Si nos hacen creer que la agresividad es “incorrecta”, nos alejaremos de ella y la rechazaremos. Si no hacen creer que la sexualidad es peligrosa, nuestro cuerpo nunca se abrirá para disfrutarla, si nuestro cuerpo de mujer siente peligro al mostrarse fuerte, inteligente o tener voz propia, nos aislaremos del mundo o nos adaptaremos de forma sumisa para no evitar la sensación de abandono y soledad interna.

Si para que me quieran tengo que verme bonita, ser correcta, hacerlo todo y estar siempre abierta y disponible (sí amiguis, esto es con lo que nos bomberdean todo el tiempo), pues mi cuerpo y mi personalidad van a hacer de todo para adaptarse a ello, a cualquier precio o voy a vivir con mucho rencor y enfado hacia cualquiera que me quiera imponer una verdad con la que no me identifico.

El cuerpo sabe, y te está contando todo el tiempo donde estás y lo que necesitas reforzar o soltar para poder ser más tu misma desde un estado habitado, natural, de presencia y bienestar. Sólo necesitas aprender a escucharlo y para eso hace falta el espacio adecuado en el que haya recíprocidad y espejos positivos que te ayuden a reforzar aquello tan poderoso que habita en ti pero que no eres capaz de mostrar por miedo a lo que pueda suceder.

La complacencia es una compensación que muy adecuadamente hemos aprendido para lidiar con un estado de inseguridad interna al que reacciona nuestro sistema nervioso. Hay personas que cuando se sienten inseguras se defienden y sienten un enfado o energía potente que les llevaría a atacar si fueran un animal, otras quieren salir corriendo lo antes posible para no lidiar con el conflicto o la situación, muchas se quedan totalmente paralizadas y no saben que hacer, y las más sociales o con otras estrategias se vuelven extremadamente complacientes, disponibles, bondadosas, adecuadas, comprensivas y salvadoras.

¿Puedes identificarte con alguna de estas?

La verdad es que todas las personas fluctuamos entre todos estos espacios todos los días y todo el tiempo. Es de lo más natural. De hecho cada respuesta que nuestro cuerpo genera frente a una situación externa o interna es digno de honrar y puede ayudarnos mucho si aprendemos observamos con curiosidad en lugar que juzgarlo como si fuera algo que tenemos que cambiar.

Las verdad es que darnos cuenta que nos pasan cosas nos ayuda mucho a reconocer que estamos vivas y que hay cosas que, aunque no tengan aparente sentido, nos asustan y nuestro cuerpo reacciona para protegernos y seguir con la vida.

Me doy cuenta que las respuestas de lucha, huida y congelación son cada vez más conocidas y ya somos muchas las que estamos empezando a entender que le pasa a nuestro cuerpo cuando siento el deseo de abrirme a otra persona o de disfrutar de mí sexualidad y no puedo tiene mucho que ver con este tema. Pero, ¿cuantas nos cuestionamos si el síndrome de la complacencia, tan bien visto para encajar en la sociedad del abuso en el que estamos metidas y en el mundo espirtual, pueda estar saboteando nuestro fuego interno, la capacidad de discernir y de separarnos de lo que nos daña y apagando la fuerza de nuestra pasión?

BE WOMAN es una propuesta abierta y un concepto para que todas podamos explorar. Para que en grupo nos sentemos y generemos un CÍRCULO DE LA VERDAD, podamos darle luz a la sombra; ¿que es lo que me asusta, que es lo que me reprime o que es lo que este cuerpo de mujer desea mostrar de una vez sin importar si gusta o no a lo demás?

En el cuerpo habitan huellas, que tienen que ver con el trauma al que estamos sometidas. Y cuando hablo de trauma no me refiero a GRANDES TRAUMAS, sino a cada impulso que mi cuerpo a tenido que reprimir frente a una necesidad de movimiento, ya no solo para defenderse, si no para coger su espacio y dejarse ver. Porque para sentirnos seguras no tenemos que siempre luchar o aprender a salir corriendo, que pasa con levantarse y atreverrse a HABITAR el propio espacio vital de una vez, que obviamente no se limita a un simple cuerpo físico, sino a HABITAR tu energía y a permitir que se mueva en ti y alrededor de ti, que se expanda y que encuentre sus propios límites por ella misma, arriesgando y generando fronteras amistosas con aquellas personas que también se expanden y abren sus alas alrededor de ti.

El fin de la complacencia es dejar de enfocarte en el otro y en sus necesidades para conseguir que te quieran o sentirte vista. Se basa en aprender a despertar tu energía y con curiosidad acompañarla desde la base de tu columna hacia toda la inmensidad, aprendiendo a trabajar con ella. No hacia el cosmos directamente, que eso es lo fácil ya que allí nadie te juzga, sino primero hacia tu alrededor para ver que pasa cuando te permites ser tu y verte a ti misma ante reflejo de toda la humanidad.

La energía que nace de la base de tu columna es la energía sexual que tanto buscas y que te pertenece.

Es la energía creativa que es lo mismo que la energía de vida. Bajar al cuerpo, ser mujer desde lo auténtico, puede ser algo tan real en ti que si recuperas la conexión con esa energía interna y dejas que te penetre con confianza te daras cuenta que poco importa si eres bonita, amable y socialmente correcta. Y que te vuelves extremadamente poderosa cuando empiezas a hacer tuya esta energía en lugar de simplemente usarla para el sexo y para satisfacer a un otro. Sino que te das cuenta que tu cuerpo empieza a despertar y se va a empezar a abrir desde un espacio interno que tu vas a aprender a defender como la guerrera eterna que eres.

Porque sí, para ser HUMANA en estos días, hace falta que despiertes a la guerrera interna y que le permitas que se exprese, en tu día a día y entre las sábanas. Una guerrera que es tan poderosa, amorosa y sagrada como la diosa que pretendemos alcanzar cuando empezamos a trabajar con la sexualidad. Pero que no necesita complacer ni convencer a nadie para encajar con su deseo, su calor y su verdad.

Una mujer naturalmente humana que conoce bien cuáles son sus armas, de donde viene su fuerza que tienen mucho que ver con la resiliencia. No duda en disparar las las flechas de su corazón, para defender lo que es suyo, aprendiendo a dominar a las fieras que la rodean con la fuerza del amor y el orgullo. Porqué honra su naturaleza. Que nace y se genera en lo profundo de cada vientre en esta tierra.

Se tú, se Mujer. Ni diosa ni Sagrada. Sé una mujer maturalmente humana.

LLEVANDO LUZ A LAS SOMBRAS PARA CONECTAR CON LA FUERZA DE TUS LÍMITES

Cuanto miedo le tenemos a la sombra y cuanto nos esforzamos para tratar de disimular la parte de nosotras que se mantiene fiel a ella.

“Todo aquello que intentas evitar, vuelve con más fuerza”, me dijo tan honestamente uno de los mejores mentores que conozco, KETAN. Y cuanta razón tenía.


Si queremos aprender a vivir enraizadas al cuerpo, toca sacudirnos los EGOS espirituales que con tanto esfuerzo hemos construido, para que nuestra esencia humanamente imperfecta pueda relajarse y empezar a iluminarnos con su simpleza y naturalidad.

Si bien el trabajo con “la luz” (lo que nos sienta bien, lo que nos hace felices, lo que nos conecta con nuestro poder, el placer, etc..) tiene el potencial de guiarnos hacia aquello que queremos, la sombra forma parte de la vida y está aquí para ser acogida, escuchada y atendida.

¿Porqué cuando hablamos de sombra nos imaginamos algo oscuro, catartico o que da miedo? Quizás no sea tu caso, pero de no ser así te animo a hacerte la pregunta y a explorar por unos minutos. Cuando se habla de sombra, ¿cuál es la primera imagen que te viene a la cabeza?

La sombra es necesaria, porqué sin sombra, no podríamos reconocer lo que es la luz. Tanto en lo trascendental como en lo más mundano y terrenal, todo se basa en el mismo concepto.

De todas formas, volviendo a la frase con la que hemos empezado, si “todo lo que intentas evitar, vuelve con más fuerza”, desgranemos porqué nos toca honrar a la sombra en estos tiempos para entender lo fundamental del trabajo con los límites.


En el cuerpo tenemos memorias. Memorias “placenteras”, (sensaciones que nos “conectan” y nos gustan) y memorias “dolorosas”, (sensaciones que no nos hacen sentir tan bien y nos resultan más incómodas). Lo más natural es que te hayas esforzado durante muchos años para potenciar aquello que te hace “sentir bien” e intentar evitar aquello que “no te hace sentir tan bien”. De puertas para afuera (en la luz), está aquello que ves de ti misma y dejas que se vea, y en la sombra, todo aquello que te has esforzado en disimular para que nadie se entere de que existe (ni siquiera tu).

La buena noticia que te has esforzado tanto para ser quien eres, que durante el camino has desarrollado capacidades maravillosas que hoy en día se han convertido en tus mejores recursos y dones, (no los pierdas porqué los necesitas y son tus aliados). La mala notica es que todo lo que no quieres ver está latente en ti y está saboteando tu vida y tus relaciones de intimidad.


¿Que pasa cuando durante muchos años mantengo una gran parte de mí en la sombra?

Que eso que has mantenido reprimido y oculto durante tantos años empezará a salir de la forma que jamás te hubieras imaginado, en el momento más inadecuado y muchas veces llevándote a un estado de confusión que te resultará difícil de comprender y de gestionar. Lo que te llevará a sentir una gran crisis interna.

El trabajo con la sombra no es un trabajo ni oscuro, ni catártico, ni desagradable; aunque también podría serlo, ¿y que hay de malo en ello?

Querer evitar lo doloroso y pretender mostrar(te) desde un estado disociado de “PEACE & LOVE” en los tiempo que corren, perdona que me permita decir que es una actitud bastante infantil y que busca endulzar una cruda realidad; lo que no nos ayuda para nada en el proceso de madurar emocionalmente y a desarrollar las herramientas necesarias para aprender manejar nuestras emociones, ser dueñas de nosotras mismas y saber relacionarnos con inteligencia y responsabilidad.

La tendencia actual de lo que se considera “espiritual” hoy en día, con tan poca raíz y cuerpo (te recuerdo que en la oscura humedad de la tierra es donde crecen fuertes las raíces) no lo soluciona todo y nos está alejando de la cordura que se sostiene en el reconocer que ni somos todo luz, ni vivimos tan lejos de la sombra.

En la sombra habitan nuestros miedos, nuestras vergüenzas, inseguridades y deseos más profundos. Mientras tu ego quiere hacerte creer “soy feliz, estoy bien y soy la mejor” y el sistema nervioso reacciona constantemente y con tanto amor para protegernos de lo “incómodo” y “peligroso”, tu cuerpo se contrae, se deprime y se llena de tristeza y de ansiedad al reprimir la sombra que te habita y te llena de vitalidad. Y a la vez, nuestras mentes siguen pierden la cordura y condenándonos a vivir desde los estados neuroticos e psicóticos que hoy en día tenemos tan normalizados.

En el trabajo con la sexualidad yo misma he descubierto la grandeza de trabajar con la sombra y de disfrutar de la seguridad que generan los límites de mi momento vital, porqué cuando bajo al cuerpo y se que tengo la contención adecuada, puedo soltar el control y algo en mí se relaja para presenciar la magia de lo que sucede cuando me permito ser auténtica y mi cuerpo puede expresarte con inocencia y naturalidad. Con toda su luz y sus sombra.

De hecho, si nos dieramos más permiso para mostrar lo que realmente llevamos por dentro, seguramente nuestros cuerpos estarían más tranquilos, nos sentiriamos menos aisladas las unas de las otras y entenderíamos que la mayoría de las cosas que intentamos disimular, son mucho más naturales y comunes de lo que nos pensamos y eso mismo podría ayudar a atrevernos a vivir más enraízadas y conectadas con nuestra esencia animal y plantearia.

Dicho esto, ¿que tiene que ver el trabajo con la sombra y los límites?

Si no conoces tu sombra, ni cómo se manifiesta en tu vida (que lo hace constantemente), es difícil que seas consciente de cuáles son tus límites y de cómo funciona el tema. La gestión de límites es ESENCIAL para los días de hoy, porqué conocer cuales son tus límites, que son los que contienen a tu sombra y protegen a tu luz de las sombras de las demás, es lo que te da la fuerza y la soberanía para decidir lo que estás dispuesta a entregar y lo que tu cuerpo está dispuesto (y puede) recibir.

Ir por la vida pretendiendo que somos adultas abiertas de par en par y sin límites, a lo naiff, cuando vivimos en una sociedad extremadamente agresiva y violenta, equivale a estar entregando tu poder y la capacidad de defenderte y de decidir por ti misma.

Conocer a tu sombra es poderoso porqué dejas de evitarla para darle luz con la fortaleza de tu corazón y te permites florecer desde la seguridad y confianza que eso conlleva. Honra lo que más temes, dale espacio y me cuentas que sucede.

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